Énguera y La Canal, música tradicional valenciana.
1.- Jota del tío Francisco Micó. Navalón.
2.-Fandango del tío Màxim. Faracuat.
3.-Los mandamientos de amor. Énguera.
5.-Jota de garbellet. El Calderón.
6.-La huida a Egipto. Vallada.
7.-Jota de quintos. Navarrés.
8.-Fandango del tío Francisco Micó. Navalón.
10.-Romance de Gerineldo. Vallada.
11.- Jota del tío Cerezo. Bicorp.
12.-Arguilando de los Reyes. Navalón.
13.-Los de mi batería. Énguera.
14.-El milagro de Antequera. Énguera.
15.-El Niño Perdido. Énguera.
16.-Jota de Pascuas. Énguera.
17.-Jota del tío Cardero. Énguera.
19.-Fandango del tío Cardero. Énguera
En el País Valenciano, llamamos colla a un grupo de personas que se reúne para realizar alguna actividad en común. Es frecuente llamar así a la pandilla o grupo de amigos. Y eso es lo que pretende ser la Colla Brials, un grupo de amigos que comparten su afición por la música y el baile tradicional. Esta colla nace en el año 2000 con la intención de revitalizar la música tradicional valenciana y desembarazarse de los rígidos esquemas y estereotipos con los que se suele difundir.
Con la desaparición de la Sección Femenina, los grupos de Coros y Danzas valencianos se transforman a finales de los 70 y en los 80 en los grups de danses actuales, e inician una revisión del repertorio folklórico heredado. Su trabajo ha sido muchas veces acertado y positivo, otras, no tanto. Se ha superado, en parte, el excesivo localismo, la exagerada uniformidad y la arbitraria y artificial división provincial, tan ajena a la realidad histórica valenciana, que caracterizaban la labor de los grupos de Falange. Sin embargo, se ha continuado e incluso ahondado en la búsqueda de espectacularidad, en detrimento de la autenticidad interpretativa popular. El musicólogo Eduardo López-Chavarri, ya dejó manuscrita su opinión al respecto hace más de medio siglo:
<<Desde hace algunos años estos bailes van degenerando y convirtiéndose en espectaculares; bailarines y músicos son profesionales escolarizados, gentes de teatro, y la danza suele ser reglada con entera oposición a su sentido racial y folklórico. Nunca se protestará bastante contra la tendencia espectacular teatral con que se desfigura el espíritu de los cantos y las danzas populares.>>
En los últimos 25 años, muchos grups de danses se han preocupado por ofrecer los llamados espectacles, en los que se interpretan cantos y bailes envueltos en una trama argumental sencilla y en una puesta en escena teatral. Para lograr una mayor espectacularidad visual sobre el escenario, se han centrado los esfuerzos en la recuperación de la variada indumentaria tradicional, frente a los mistificados “trajes regionales”. Sin embargo, si bien los aspectos plásticos se han cuidado al máximo, no ha ocurrido lo mismo con la música y el baile: la mayor parte de las versiones musicales de los grups de danses se ejecutan con una técnica bien diferente a la tradicional, ya que los músicos suelen tener una formación académica culta y desconocen las formas populares tradicionales. En el baile, se desdibujan y eliminan, en un proceso homogeneizador, las sutiles variantes locales e incluso personales. Este tipo de espectáculos acentúa la separación entre los que participan y los espectadores, que en plena cultura de la imagen se convierten en testigos pasivos de un producto refinado, vistoso pero distante. En nuestra cultura tradicional no existe esa distancia tan acusada entre el que baila o toca y el que ve bailar.
Con la intención de actualizar el repertorio tradicional, han proliferado también en los últimos años los llamados grupos de riproposta o folk, que tienen especial incidencia en el público joven de conciencia nacionalista, y han reconciliado, en parte, este tipo de músicas con la sociedad , después de años de modernidad mal entendida que nos hacía despreciar todo lo antiguo y tradicional frente a los supuestos encantos modernos de lo foráneo y vanguardista. Los grupos de folk, sin embargo, se basan en una tradición que no suelen conocer plenamente, al haberse interrumpido la cadena de transmisión intergeneracional, fundamentalmente oral. Además suelen secundar la moda postmoderna de la fusión musical: junto a elementos valencianos, encontraremos otros celtas, árabes, griegos... Todavía no comprendo por qué tocar una jota con un bouzouki es moderno, y hacerlo con un laúd les parece a algunos desfasado.
Pues bien, la Colla Brials es una rareza en el panorama folklórico valenciano. No quiere ser un grup de danses ni un grupo folk. Se conforma con parecerse, aunque sea de lejos, a las rondallas tradicionales, cuyo hábitat natural está lejos de los escenarios y cerca de los ambientes festivos, cenas, juergas y saraos. Y es eso lo que nos une precisamente a la tradición: la consideración del folklore como una fiesta viva y participativa, y no como una pieza arqueológica de museo. Por eso, cuando recorremos numerosos pueblos para entrar en contacto con nuestros músicos tradicionales, no acudimos con el espíritu del coleccionista de melodías ni del erudito etnógrafo. Nos gusta mimetizarnos, mezclarnos, convivir, compartir la música y el baile. Para captar la esencia de las cosas preferimos mirarlas desde dentro. Fruto de nuestra relación con las gentes de La Canal presentamos este trabajo discográfico.
Énguera es una villa de poco más de 5.000 habitantes situada a unos 70 Km. al suroeste de la ciudad de València. Su término municipal, situado en las estribaciones del macizo montañoso del Caroig, es el tercero en extensión de la provincia con 240’3 km², y limita con casi todos los pueblos de su hoy desaparecido partido judicial, y al Oeste, con Almansa (Albacete) y Ayora. Está ocupado casi totalmente por el terreno abrupto de una Sierra que hasta mediados del s.XX estuvo poblada en diseminados y abundantes caseríos y heredades. Por su particular historia y definida personalidad propia, hemos de destacar la presencia municipal de la aldea de Navalón y del caserío de Benali. Hasta finales de los años 70 del pasado siglo, contó con una importante industria textil, dedicada a los paños y mantas de lana, hoy casi desaparecida tras más de cuatro siglos de existencia. La agricultura tradicional se dedicó a los cultivos de secano, el pastoreo y la apicultura, y tras la crisis del viñedo a causa de la filoxera, en el siglo XIX, el olivo pasó a ser el principal cultivo del sector. En la actualidad, Énguera es el primer productor de aceite del País Valenciano.
Énguera es la cabecera comarcal de La Canal de Navarrés. La Canal, a secas, que es así como la llamamos, es una comarca castellanohablante, que no llega a las 18.000 almas hoy en día, formada por Énguera, Anna, Chella, Bolbaite, Navarrés, Quesa y Bicorp. Algunos incluyen Tous y Millares, poblaciones al Norte, encerradas entre el río Júcar y otras comarcas vecinas. No se suele incluir, sin embargo, a Estubeny, a pesar de los múltiples vínculos con el resto de municipios, por ser una población de habla valenciana. Siguiendo criterios estrictamente lingüísticos, se ubica a Estubeny dentro de la vecina comarca de La Costera, cuya capital es la importante ciudad de Xàtiva. Bien mirado, podemos afirmar, sin miedo a equivocarnos, que toda La Canal no es otra cosa que una prolongación de La Costera; es una subcomarca que comparte historia, economía, tradiciones, fiestas, gastronomía... pero que se expresa en un castellano mestizo e híbrido, pues el habla comarcal está repleta de valencianismos. Xàtiva, a 19 km. de Énguera, ejerce el papel de auténtica capital supracomarcal, capital que además extiende su influjo a los pueblos más cercanos de las comarcas de la Ribera y la Vall d’Albaida. No en vano, esta ciudad fue cap de governació en época foral y llegó a ser, si bien por poco tiempo, la capital de una cuarta provincia valenciana, en el primer tercio del s.XIX.
La Canal es una comarca “fronteriza”. Fue poblada desde antiguo como atestiguan los restos prehistóricos, las pinturas rupestres, los poblados iberos, las villas romanas, los castillos musulmanes... En 1244, Énguera, disputada por Jaime I de Aragón y Alfonso X de Castilla, pasa a formar parte del Reino de Valencia, en virtud de lo acordado en el Tratado de Almizra, y fue poblada por cristianos viejos, seguramente castellanos aunque hay quien opina que aragoneses. El resto de poblaciones de la comarca, y aun otras desaparecidas, mantuvo una población mayoritariamente musulmana hasta la expulsión de los moriscos en 1609. La comarca, fragmentada en diversos señoríos feudales, fue repoblada en el siglo XVII con enguerinos y gentes de muy diversa procedencia, como atestigua la antroponimia comarcal. En el siglo XIX, pastores procedentes de Almansa y del Campo de Requena, se establecen en la Sierra de Énguera y fundan la aldea de Navalón y los caseríos serranos próximos. La Canal , junto a La Costera, ha sido tradicionalmente cruce de caminos entre La Mancha y Valencia y zona de convivencia de ambas culturas.
Este CD no es una antología de la música tradicional de La Canal. Nada más lejos de nuestras actuales posibilidades y pretensiones. Recoge sólo una pequeña parte de los abundantes materiales que desde 1989 hasta la actualidad he venido recopilando en mi pueblo y en mi comarca, y que la Colla ha incorporado a su repertorio habitual. Hemos intentado ser extremadamente escrupulosos y reproducir fielmente las piezas aprendidas de nuestros informantes, volviéndolas a interpretar de acuerdo con los elementos más adecuados de nuestra tradición. Ahora bien, no deja de ser una reinterpretación, con lo que algunas sutiles diferencias habrá. Las piezas seleccionadas pertenecen a estos cinco grupos: música de baile, de ronda, canciones narrativas, cantos de Navidad y de taberna.
En La Canal, al igual que en todo el sureste peninsular, el baile suelto espontáneo se basaba en estos tres géneros: seguidillas, fandangos y jotas. La principal diferencia con manchegos y murcianos estriba en el tempo: las melodías valencianas se suelen interpretar con un ritmo más pausado, por exigencia de las mudanzas de baile que las acompañan.
Las seguidillas son uno de los géneros musicales más antiguos de cuantos forman el repertorio tradicional, cosa que explica que nos hayan llegado pocas versiones en la comarca. Nuestros informantes de más edad, nacidos entre 1904 y 1915, ya no las llegaron a bailar. Existen dos tipos, diferenciados en el rasgueo y golpeado de la guitarra: las manchegas y las torrás. Las seguidillas del corte 9 del CD pertenecen al primer tipo. Fueron cantadas, entre otros, por el “tío Cardero”, Leonor Madrigal y José Ferrándiz “Poliñá”, quienes transmitieron una versión que se cantaba y bailaba en Pascuas, cuando la gente salía a la eras a comerse la mona. Estas seguidillas presentan concomitancias melódicas con otras versiones que conocemos de Annauir (en La Costera), Biar (en L’Alcoià), y Caudete, pueblo de origen valenciano que actualmente está en la provincia de Albacete. En estos tres pueblos se llama parrandas a estas seguidillas, por bien que no coincidan con las parrandas murcianas y estén más próximas a las seguidillas llamadas corridas o manchegas.
Aunque formalmente no lo sean, las jeringonzas del interior valenciano presentan un acompañamiento musical similar al de las torrás, cosa que también observamos en la mayoría de versiones manchegas. La Ceringosa, tema 18 del CD, fue también cantada por el tío Cardero en 1990. Se trata de un baile antiguo, ya documentado a mediados del s.XVI, muy extendido por casi toda la geografía estatal, desde Galicia a Canarias. Era un baile de rogle indispensable en cualquier sarao: los participantes se disponen en círculo en cuyo interior un bailador ha de seguir con pericia las mudanzas que le marca la bailadora bajo la atenta mirada de los participantes. Se muda de pareja siguiendo las indicaciones de la letra de la canción.
Mucho más numerosos son los ejemplos de fandangos recogidos. Hemos de hacer referencia aquí al llamado baile de cuentas, que tuvo su época de esplendor desde mediados del s.XIX hasta la década de los 30 del pasado siglo. Es un baile escolarizado, opuesto, como signo de distinción, al baile espontáneo y mimético popular, mucho más sencillo. Para aprender este tipo de baile, las familias bienestantes, contrataban los servicios del llamado maestro de cuentas. Las mudanzas del baile de cuentas, se llaman pasadas, pasaetas o pasaícas porque su característica principal es el cruce con la pareja pasando al otro lado. Son muy comunes en La Canal, pero sobretodo en la vecina comarca de La Costera, donde su capital, Xàtiva, fue foco difusor de este tipo de bailes de escuela bolera. El primer maestro de cuentas documentado en Énguera fue el “tío Maso”. Entre 1885 y 1890, Isabel Barrón Aleixandre, alumna suya, redacta unos apuntes que contienen la descripción de las pasaetas que aprendió junto a sus cinco hermanas, conocidas como “las Culanderas”, todas ellas afamadas bailadoras. Este tipo de pasaetas, se usaban para bailar fandangos, boleros y seguidillas. Aquí va una de ellas transcrita de manera literal:
<<16. Saliendo de cara del bailador saltando dos brincos cara del bailador y quedando se (sic) parado con la cama izquierda un poco fuera y ajuntandola en la derecha encregullando los pies dos veces volviendose encontra el bailador ahora y saltando un brinco al aire en seco otro brinco al aire en favor del bailador en seco y otro brinco al aire tambien en seco con buelta (sic) de cara del bailador doce puntos marcados.>>
Otro alumno del “tío Maso”, y bailador habitual junto a “las Culanderas”, fue Rafael López, quien transmitió este repertorio a su hijo Miguel López Sarrión, “el tío Cardero”, ya nombrado como informante con anterioridad. Podemos decir que Miguel fue el último de los maestros de cuentas enguerinos, quien además de la tradición familiar conoció otras escuelas de La Costera, entre las que destacaba la de Adela Penadés, “la Polaca”, de la Llosa de Ranes. Enseñó pasaetas a varias generaciones de bailadores, y fue durante mucho tiempo maestro y bailador del grupo de Sección Femenina. Nos transmitió la versión de fandango grabada en el corte 19 del CD.
El tema 8 es otro fandango de características similares recopilado en 1990 en la aldea de Navalón, y transmitido por Francisco Micó, quien lo bailaba con pasos agarraos de mazurca, aunque nos aseguró que sus padres lo bailaban con pasaetas. Estos dos fandangos de cuentas, se caracterizan por el cambio en el acompañamiento de las postizas y guitarra, que mudan a ritmo de bolero al tiempo de ejecutar la pasaeta, y vuelven al de fandango en los estribillos, cosa frecuente también en La Costera. Frente a éstos, el tema 2, fandango transmitido en 1996 por Ernesto Esteve Calatayud, “el tío Máxim”, quien lo recordaba de la partida serrana de Faracuat donde se crió, tiene un acompañamiento más popular y sencillo, que nos recuerda a las fandangos y rondeñas manchegos y a las malagueñas murcianas y alicantinas. Se bailaba con mudanzas más sencillas.
El más moderno de los géneros de baile suelto es la jota, que en su expansión decimonónica destrona a los anteriores géneros. Son abundantísimas las versiones recogidas y es habitual que un mismo cantador conozca múltiples variantes melódicas. Su ritmo alegre y la sencillez de su baile y acompañamiento musical pueden explicar su rotundo éxito entre las clases populares, y especialmente entre las familias labradoras. Pero en La Canal, desde finales del s.XIX la jota tiene que empezar a competir con otros géneros modernos, de procedencia extranjera, como habaneras, mazurcas, valses, polkas... El baile agarrado cuenta con el aliciente de poder tocar a la pareja. ¡Ay, Señor! Algo inconcebible por aquel entonces en una sociedad donde ya el simple hecho de acercarse demasiado es concebido como erótico y por tanto pecaminoso:arrímate bailaor, / arrímate que no pecas; / que el bailar y no arrimarse / es comerse el pan a secas, explica la copla de baile suelto. Las bandas de música, principales difusoras de estas novedades, entierran a las rondallas y las sustituyen en los bailes públicos. Las guitarras y laúdes, substituidos por acordeones e instrumentos de viento en los pueblos, sobreviven en los pequeños caseríos serranos. El repertorio anterior sobrevive pero a costa de pagar un alto precio: transformarse. Hasta mediados del siglo pasado, fue habitual en las aldeas y caseríos tocar el repertorio del baile suelto tradicional mientras los mozos jóvenes bailaban agarrados. Había que estar a la moda aun cuando los músicos no supiesen interpretar los nuevos aires. En plena época de nacionalcatolicismo, en la que no se celebraban bailes en el pueblo, porque bailar agarrado era pecado, algún que otro joven se escapaba a los caseríos para echarse un baile “clandestino”con una serrana; casi seguro que una jota valseada o una mazurca...
Para cantar la jota, y ante la falta de mejores instrumentos, bastaba con acompañarse de cacharros de cocina o de una guitarra rasgueada. El tema 5 del CD recoge esta sencilla manera transmitida en 1996 por Miguel “Calzana” y Vicente Martínez “Vélez”, quienes recordaron como se interpretaba la jota al calor de la lumbre en las cocinas de los caseríos de la Sierra de Énguera, durante las largas noches de invierno. También era sencillo el acompañamiento instrumental en los bailes que se celebraban durante los tres días de la Pascua Florida. La jota que reproducimos en el corte 16 era bailada en los bailes campestres que se hacían en las eras. Nos la enseñó Trinidad López Castillo en 1990. Musicalmente nos recuerda a las llamadas arenillas de las comarcas septentrionales valencianas.
Otra de las características de la jota en la comarca es la abundancia de estribillos cantados que intentan paliar la escasez de instrumentos musicales. Y a fe que lo consiguen. Cuando el cantador solista acababa de cantar la copla, comenzaba uno o varios estrebillos o arremachos que eran cantados a coro por los presentes en el baile. El tema que abre este CD, transmitido por Francisco Micó, de Navalón y el nº17, cantado por Miguel López, de Énguera, son muestra de las llamadas en otras comarcas valencianas como estudiantina o jota de baix, donde la postura del acorde de LA mayor se ejecuta a partir del quinto traste de la guitarra. El tema 11 es una jota en RE mayor, transmitida en 1992 por José Rafael Jiménez Martínez, el “tío Cerezo”, vecino de Énguera pero descendiente de Bicorp, ejecutada en la postura conocida como jota al tres o aragonesa.
El diccionario de Autoridades definía en 1737 rondar como “andar de noche passeando las calles. Especialmente se dice de los mozos que passean la calle, donde vive alguna muger que galantean”. Se solía acompañar estos paseos nocturnos de las músicas en boga. En Navalón y Énguera se recuerdan serenatas con melodías de fandango. Sin embargo será la jota el género que ganará la partida en estas rondas. Como muestra, reproducimos la jota de quintos recogida en Navarrés, que nos enseñaron Tomás Palop y Elisa Dulce Sanchis en 1998. Los quintos eran los mozos que tras un sorteo habían sido seleccionados para entrar en el servicio militar, que antaño duraba cinco años. La expresión “llevar la negra”, que tiene el sentido de tener mala suerte, nace precisamente de estos sorteos de quintos: aquel que extraía una bola negra, pasaba a formar parte del cupo. Los futuros soldados, en un acto público de despedida, salían a recorrer las calles de la población acompañados de un número variable de músicos, y aprovechaban esta ronda para pedir alimentos y dinero con los que organizaban una comida en común . El hecho de que también recorriesen las calles de las poblaciones vecinas explica la homogeneidad de estas jotas de quintos en toda la zona. Los mozos, si los instrumentos de su improvisada ronda eran escasos, o por simple divertimento, tarareaban los estrebillos con una insistente y repetitiva letra (tápate, María, tapaté; que la pantorrilla te se ve; tápate, María, tápate, María, tapaté) conocida en toda la comarca.
Otro grupo importante dentro de la música tradicional es el formado por las canciones narrativas. Frente al anterior grupo de cantos, donde cada estrofa, llamada copla, nos cuenta un argumento diferente (y por tanto no existen letras fijas en los cantos), encontramos aquí una única historia desarrollada desde el principio hasta el final de la canción. Evitamos hablar de “romancero” puesto que en la tradición valenciana además del romance encontramos otros patrones métricos. El más abundante de ellos es el llamado oración de ciego. Se trata de un tipo de composición que alterna cuartetas octosílabas con hexasílabas difundido por músicos ambulantes, generalmente ciegos. Estas “oraciones” solían glosar asuntos religiosos y hagiográficos, y eran cantadas en plazas, calles y casas a cambio de una limosna. Siguiendo el postulado tridentino de fomentar el culto a los santos, estos ciegos también eran contratados por las cofradías desde antiguo, como demuestra el libro de cuentas de la Cofradía del Santíssimo Sacramento que recoge el pago a “dos cegos” en la fiesta del “dimarts de carnestoltes” de 1621 (archivo parroquial de Énguera, libro 351). El pueblo aprendía e incorporaba éstas y otras canciones y las reinterpretaba como cantos de labor, entretenimiento o diversión. El tema 6 y el 15 del CD presentan esta estructura de romance de ciego, aunque se trata de dos temas navideños que se cantaban a coro en familia, como comentaremos más adelante.
El romance también es abundante en La Canal. Se trata de un pie métrico que nos ha sobrevivido desde época medieval. Se caracteriza por la obstinada repetición de la rima asonante en los versos pares, octosílabos. Reproducimos en el corte 10 una versión transmitida en 1991 por Dolores Gómez Vila,“la Vallaïna”, vecina de Énguera, aprendida en su Vallada natal, en el taller de cestería en que trabajaba cuando niña. Relata los amores de la hija de Carlomagno, con el secretario y camarero del emperador, Eginardo, a quien generación tras generación se le ha rebautizado como Gerineldo. Los enguerinos, al ver a una persona de buen porte, solemos exclamar que “va más tieso que Gerineldo”, aunque sean pocos los que conocen el romance actualmente. Es éste uno de los romances más antiguos y extendidos en la Península y fuera de ella, pues los sefardíes, pasados cinco siglos desde que fueron expulsados por los Reyes Católicos, lo conservan aún hoy. La versión de “la Vallaïna”, al contrario de lo que es habitual, acaba con un Gerineldo que se niega a casarse con su amada, y no es castigado por ello. En Navarrés recogimos otra versión de este romance. Hemos reproducido literalmente el texto de la informante, con sus errores en la asonancia y las frecuentes interferencias con el valenciano, su lengua habitual, que conservó con dignidad y orgullo a pesar de haber salido de su pueblo siendo una adolescente. Vallada, pueblo valencianohablante que no se ubica en La Canal, perteneció al antiguo partido judicial de Énguera, al igual que los restantes pueblos del Valle de Montesa.
El tema 3, recoge una canción musicalmente mucho más moderna. Su melodía valseada descansa sobre estrofas que cambian la rima asonante en cada cuarteta y nos recuerda los Mandamientos de la Ley de Dios en clave de amor profano. También fue transmitido por “la Vallaïna”, quien lo recordaba de un músico ambulante.
Las canciones narrativas presentan a veces pies métricos mucho menos frecuentes, como el recogido en el Milagro de Antequera, en el corte 14 del CD, que descansa sobre las llamadas seguidillas chambergas. Fue transmitido en 1991 por Leonor Madrigal Martínez, junto a otros cantos y oraciones de ciego que versan los numerosos prodigios que la tradición popular atribuye a San Antonio de Padua: el milagro de los pajaritos, San Antonio y Rita, el soldado de Filipinas, San Antonio y los herejes o milagro de los sarmientos, la falsa adúltera... Cada martes del año, sin falta, las mujeres de la fábrica textil en la que trabajaba Leonor acompañaban sus tareas con estas canciones dedicadas al santo franciscano portugués y rezaban pidiéndole su bendición.
En tiempo de Navidad como ya hemos comentado anteriormente se cantaban canciones narrativas en el ámbito doméstico, acompañadas de abundante y variada percusión. El tema 6 del CD recrea el pasaje de la huída a Egipto, relatado en el Evangelio de San Mateo (Mt2,13-15). La canción parece más bien basarse en los Evangelios Apócrifos y la Leyenda Dorada que han adornado los textos bíblicos con minuciosos detalles. Fue transmitida por “la Vallaïna” en 1990. Es una canción muy extendida por España. También conocemos alguna versión occitana. La informante nos trasmitió esta versión que comienza con una estrofa de otra oración de ciego distinta, también muy cantada en la zona, y que se ocupa del episodio en que José y María llegan a Belén, donde Jesús nace en un pobre portal y es visitado por unos humildes pastores.
El episodio del Niño perdido y hallado en el templo lo recoge el Evangelio de San Lucas (Lc2,45-50). Este episodio constituye también el quinto misterio gozoso del Santo Rosario. Se han recogido seis versiones musicales de este tema en la comarca que reinterpretan de manera popular el pasaje evangélico. Sin embargo, tan solo la versión recogida en Navalón desarrolla la historia completa. La mayor parte nada más recoge el episodio en que Jesús es atendido por una mujer que le da cobijo. El CD incluye la versión que me enseñó Leonor Madrigal, mi madre, versión que nunca ha dejado de sonar en nuestras cenas navideñas.
Otros cantos navideños se desarrollaban en el interior del templo y tenían un marcado carácter didáctico y religioso. Son los villancicos, llamados en Navalón brillanticos. Frente a éstos, con un carácter festivo y frecuentemente alejado de la religiosidad oficial, encontramos abundantes cantos destinados a rondar para pedir el aguinaldo. Los enguerinos llamamos arguilando o aguilando a los víveres, principalmente pastas y frutos secos, que se recogían en las casas a las que se iba a cantar, así como también a los cantos que acompañan esta ronda petitoria navideña. Ya los romanos tenían costumbre de regalar unos dulces a sus invitados el día 1 de Enero, llamados STRENAE. Nuestras estrenas sin embargo se refieren al dinero que reciben los más pequeños al felicitar las Pascuas a los miembros de su familia. Reproducimos en el corte 12 el arguilando que nos cantó en 1990 Francisco Micó en la aldea de Navalón. Si en alguna casa no se daba aguinaldo o no se era lo suficientemente generoso, se cantaba alguna canción de desaire, como por ejemplo: Eres más fea q’ un oso / más negra q’una morcilla; / el día que tu nacistes / nació la sarna y la tiña. O esta otra: Estas puestas son de zuro / y los cerrojos d’alambre; ‘ámonos d’aquí, galanes, / que s’están muriendo d’hambre...
El último grupo que nos ocupa es el formado por las llamadas canciones de beber o de taberna. Eran interpretadas en fiestas y reuniones donde el protagonista es el vino, exclusivamente por hombres, puesto que en la sociedad rural tradicional la mujer quedaba relegada al ámbito doméstico. La más antigua de las dos que incluimos en el CD es recogida en el corte 4 y presenta un acompañamiento cercano a las torrás. Creemos que fue en su origen un baile de tipo picaresco similar al baile del pingajo, recogido en otras comarcas. Encontramos versiones similares en Aragón y Castilla, donde se le llama baile del cangrejo, aunque allí no se usa como canto de beber. Fue transmitida por el “tío Cardero” en 1989. Con un acompañamiento musical más moderno que demuestra su origen más reciente, el tema 13 reproduce la canción que nos transmitió Manuel Madrigal Rico en el año 1999. Es también un tema conocido en otras regiones, donde a veces se presenta sin acompañamiento musical, en una versión recitativa. Sirven estos cantos para acompañar unos peculiares concursos: se trata de aguantar el mayor tiempo posible bebiendo vino, generalmente, de una bota. Su estructura consta de una primera parte que sirve de introducción, durante la cual el bebedor se prepara, y de un estribillo que se repite mientras se bebe y que sirve para calcular el aguante del participante. Además de estos cantos en las tabernas y en reuniones festivas, con la concurrencia del amable vino, se cantaban canciones de un marcado carácter festivo, burlesco, pícaro y jocoso, a veces irreverente.
INSTRUMENTOS Y ACOMPAÑAMIENTO MUSICAL.
En la sociedad rural era muy frecuente el canto espontáneo que acompañaba las más variadas tareas y situaciones cuotidianas. Los más numerosos son sin duda los que acompañan las labores y menesteres habituales, que no conocían acompañamiento alguno. Sin embargo, en el ámbito festivo era habitual buscar mayor disfrute y diversión acompañando el canto con algunos instrumentos. El más importante de éstos es en nuestra tradición musical la guitarra. Ejecuta un acompañamiento musical básico y se toca popularmente combinando rasgueos y golpeados en la tapa. Los tocadores populares solían aprender miméticamente las diversas posturas de los acordes y algunas melodías punteadas sencillas. A cada postura se le asignaba un nombre popular: tocar por ‘riba, por ‘bajo, cifrau, por la prima, al tres... De menores dimensiones que la anterior, se conoce en València el guitarrón, con algunas variaciones comarcales respecto a su morfología o afinación. Los de la zona que nos ocupan suelen tener cinco cuerdas y estar afinados una quinta más aguda que la guitarra: la prima al aire da un La. Su rasgueo, redoblado y circular, se consigue alternando hábilmente el índice con el pulgar. Junto a estos instrumentos encontraremos otros pertenecientes a estos dos grupos: de melodía y de percusión.
Según los testimonios de la abundante literatura costumbrista, los instrumentos más antiguos encargados de ejecutar las melodías en las rondallas valencianas fueron la cítara o citra y la octavilla, que empezaron a ser sustituidos paulatinamente en el s.XIX por laúdes y bandurrias. La cítara es un instrumento recientemente reincorporado a las rondallas valencianas, gracias al etnomusicólogo Carles Pitarch Alfonso, quien hizo construir varias cítaras según el modelo de una conservada en Morella pero fabricada por Telesforo Julve, a principios del s.XX en la ciudad de Valencia. Se trata de un instrumento de tres órdenes, cuya dificultad de ejecución reside en que cada orden tiene tres cuerdas: dos metálicas que dan la misma nota y una tercera entorchada que da la octava baja. La octavilla se ha recuperado también gracias a los modelos que aún se construyen en Casasimarro (Cuenca). Por otro lado, también era frecuente en La Canal el uso del violín, bien junto a los anteriores o bien como único acompañamiento de guitarra y guitarrón, aunque este instrumento es poco usado en las rondallas actuales. Con la difusión de las bandas de música, a imitación de las bandas militares, los anteriores instrumentos de melodía entran en decadencia. Los rondallas de cuerda desaparecen como formaciones estables y pasan a ser ocasionales. Los aficionados a tocar un instrumento tienen ahora un nuevo espacio donde hacerlo: todos los pueblos de La Canal tienen banda de música. Aparecen las rondallas mixtas: además de los anteriores se añade algún instrumento de viento, especialmente en los cantos de ronda, en busca de una mayor sonoridad en las calles. A finales del s.XIX y principios del s.XX se usa un nuevo instrumento para la melodía: el acordeón. En la última década del s.XIX tenemos documentada la existencia en Énguera de una rondalla mixta, llamada “La Juvalina”, formada por guitarras, bandurrias, laúdes, flauta travesera, clarinete y acordeón, dirigida por Joaquín Miralles, “el tío Figa”, maestro de una de las dos bandas de música que entonces había en la villa, y que interpretaba principalmente piezas de baile agarrao.
Aunque en la actualidad suelen ser menospreciados por los músicos de formación culta, que los consideran demasiado rústicos, los instrumentos de percusión son muy abundantes en nuestro folklore. La mayoría de los tocadores de los grups de danses o folk o bien no los utilizan o bien los sustituyen por otros más acordes con sus refinados gustos académicos: panderetas sin parche, cajas chinas, claves, panderos de baqueta... En La Canal y otras comarcas valencianas era muy frecuente acompañar los cantos con instrumentos populares de percusión. Un primer grupo lo constituyen aquellos cacharros domésticos, que sin ser verdaderos instrumentos musicales, son susceptibles de marcar ritmo: un almirez golpeado por su maneta, dos cucharas, la botella labrada , una paella (sartén), los guerretes (hierrecillos) o estrévedes (trébede) percutidos por la paleta o por las estenallas (tenazas), un cántaro y una espardeña, alborga o alpargate. Entre todos los de este grupo hay que destacar el garbellet o garbillico (harnero, criba) del arroz, rascado con una cuchara o con una perra gorda, usado junto a la guitarra o en sustitución de ésta, que otorga a la música serrana un aire particular con su rotunda sonoridad. Un segundo grupo lo constituyen los instrumentos de fabricación casera: la caña badà (rajada), golpeda con la palma de la mano en un extremo para hacer vibrar el extremo opuesto rajado; la zambomba o pandorga, realizada con una piel de conejo que, lanzada con fuerza contra una de las paredes del corral, se había curtido al sol, instrumento indispensable en cualquier canto navideño; los cañutos (cañizo) rascados con una postiza o castañeta, que producen un repiqueteo más ágil que el de las castañuelas; las sonajas, que producen un sonido metálico al chocar sus chapas. A veces se utilizaban los cascavillos (cascabeles) de las caballerías, sobretodo en los cantos de ronda. Las panderas y las postizas (castañuelas) se solían comprar por ser de fabricación más compleja. Respecto a este último instrumento, hemos de señalar que eran habitualmente colocadas sujetas en el dedo del medio (corazón), aunque los bailadores de cuenta las llevaban en el dedo gordo (pulgar). En Las Danzas, baile de calle de participación popular masiva que aún se celebra en Énguera cada víspera de San Miguel, podemos ver como conviven estas dos formas de tocarlas. En los caseríos serranos, eran las mujeres las encargadas de hacerlas sonar, mientras los hombres hacían billotas, es decir chasqueaban sus dedos. Las postizas tradicionales de la Canal solían ser de menor tamaño que las actuales fabricadas “en serie” en Aldaia y Alaquàs, que reproducen modelos para flamenco En la actualidad, sólo quedan un par de artesanos en la zona, localizados en la Font de la Figuera.
Énguera, 31 de Agosto de 2004, día de San Ramón
Antoni Guzmán Madrigal, “Rosasanta”